lunes, 7 de abril de 2014

Octavius. La leyenda del barco fantasma

El 10 de septiembre de 1761 partió desde Londres un barco con destino a China. Ese barco era el Octavius. Tras llegar a su destino en Asia, meses después, el barco fue nuevamente cargado para el viaje de regreso a Gran Bretaña. Pero dicha nave jamás llegaría a su destino, ya que desapareció en el transcurso del viaje de vuelta, a lo largo de 1762, sin volver a tener más noticias de él.

No se volvería a saber nada del Octavius hasta que trece años más tarde, el 11 de octubre de 1775, cuando el vigía de un ballenero groenlandés que faenaba por las aguas del Atlántico Norte dio el aviso de que a poca distancia había un barco a la deriva. Warren, el capitán del barco The Herald, que así se llamaba el ballenero, ordenó a su tripulación acercarse a ese barco que navegaba aparentemente sin rumbo.

Conforme se fueron acercando al Octavius, pudieron ir observando como las velas del barco se encontraban totalmente destrozadas y que este se encontraba cubierto de una gruesa capa que destelleaba a lo lejos. Desde el Herald lanzaron varios llamamientos a la tripulación del otro barco, pero el silencio fue la única respuesta que obtuvieron

Warren ordenó por ello bajar un bote para abordar ese barco. Pidió que le acompañasen varios de sus hombres. Ninguno de ellos dio ningún paso al frente, ya que como buenos marinos eran supersticiosos. Tras permanecer inmóviles, exigió a ocho de sus hombres que le acompañasen. El bote poco a poco se fue acercando a la proa, donde pudieron leer el nombre de aquel misterioso barco. Octavius consiguieron leer, bajo una gruesa capa de hielo. Nadie había oído hablar nunca sobre él.

Una vez al lado de la nave, y desde el bote, Warren hizo un último llamamiento a la tripulación. La única respuesta que recibió la proporcionó el eco. El capitán decidió subir abordo con cuatro de sus hombres. Los cinco se encontraron la cubierta tapada por el hielo y no observaron a ningún marinero sobre ella. Consiguieron abrirse camino a través del hielo y alcanzaron los camarotes. Allí se encontraron nada menos que a veintiocho hombres congelados, todos ellos acostados en su litera y cubiertos por varias capas y ropa, como si tratasen de abrigarse. Todos ellos se encontraban en perfecto estado de conservación, gracias a la acción del hielo.

Después de observar lo ocurrido en los camarotes, los hombres que habían abordado el barco fueron a la cabina del capitán, donde encontraron un espectáculo de similares características. El cuerpo del capitán del barco se encontraba sentado en una silla frente a su escritorio, con las manos entrelazadas sobre las piernas y la cabeza tumbada hacia un lado, con los labios entreabiertos. El cuaderno de bitácora y una pluma se encontraban en el escritorio.

En una cabina que había detrás de la suya encontraron otros tres cuerpos más. Uno de ellos era el de una mujer que se encontraba acostada en una camilla descansando, con su cabeza sobre el brazo, con los ojos abiertos mirando a un hombres que se encontraba sentado con las piernas cruzadas en la esquina contraria del cuarto. En sus manos había un pedernal y una barra de metal. Frente a él había un poco de serrín cubierto de escarcha. Había intentado encender un fuego, pero la muerte le había sorprendido. Junto a él había una chaqueta del marinero, y bajo ella, se encontraba el cuerpo de un niño abrazado a un muñeco de trapo.

En ese punto los marineros del Herald que habían acompañado a su capitán, que ya estaban bastante nerviosos, se mostraron reacios a seguir en el barco y le pidieron abandonarlo. El capitán quería saber más y bajó al depósito, donde no encontró comida. Al subir de nuevo a la cubierta, sus hombres, que eran presas del pánico, amenazaron con amotinarse si no se retiraban inmediatamente. El capitán tuvo que acceder a abandonar la embarcación, no sin antes hacerse con el cuaderno de bitácora.

Ya en su barco, después de ver Warren con tristeza como se perdía en el horizonte el Octavius, se dirigió a su cabina con intención de leer el cuaderno de bitácora. Allí pudo observar que a éste le faltaban todas las páginas, con excepción de la primera y la última página. Para saber el motivo por el cual sólo se conservaban esas dos páginas hay dos versiones. La primera dice que al marinero que había llevado el cuaderno se le habían caído al mar las otras hojas, mientras que la segunda versión dice que el resto de páginas se quedaron pegadas en la mesa porque se quedaron congeladas.

En la primera de esas dos páginas que se conservaron, Warren leyó que el capitán del Octavius había escrito que partieron de Inglaterra rumbo a China el 10 de septiembre de 1761. La última página, por contra, tenía una sola anotación, fechada el 11 de noviembre de 1762:
"Hasta ahora hemos estado atrapados en el hielo durante 17 días. Nuestra posición aproximada es Longitud 160º Oeste, Latitud 75º Norte. El fuego finalmente se extinguió ayer y el maestre ha estado tratando de encenderlo otra vez pero sin mucho éxito. Le ha dado la piedra a uno de los marinos. El hijo del maestre murió esta mañana y su esposa dice que ya no siente el frío. El resto de nosotros no siente lo mismo en esta agonía."
Esas líneas del cuaderno reflejaban algo asombroso para la época, pues el capitán del Octavius se había arriesgado a regresar a través del inhóspito y traicionero Paso del Noroeste. Un Paso que durante varios siglos habían buscado los marineros, en busca de una ruta más corta entre el Atlántico y el Pacífico para llevar a cabo el intercambio comercial entre Asia y Europa. Ese Paso del Noroeste era el sueño de las potencias europeas para eliminar el largo viaje alrededor de la punta de Sudamérica.

El resultado de esa hazaña no pudo ser más negativo para el Octavius, pues se perdió su rastro en 1762 y no volvió a ser visto hasta trece años después, cuando fue divisado por el Herald, cuando ya habían muerto todos sus hombres congelados. Según el cuaderno de bitácora, el buque había quedado atrapado en el hielo del norte de Alaska y todos sus ocupantes, por tanto, habían hallado la muerte en su interior.

Pero a pesar de su desaparición, año tras año el barco consiguió permanecer a flote, y aún a pesar de que nadie atendiese el timón, se había deslizado a través del norte de Alaka hasta alcanzar el ansiado Atlántico Norte. Es decir, el Octavius había conseguido ser la primera embarcación en atravesar el Paso del Noroeste, en una proeza que llevó a todos sus ocupantes a la muerte.

Después de dejar marchar el Herald al Octavius, este desapareció en el mar para siempre. Jamás se volvió a saber nada de él. Es por ello por lo que a día de hoy nadie ha podido verificar o desmentir la autenticidad de esta historia, y es probable que no se pueda hacer nunca.

Pasarían más de ciento treinta años tras la desaparición del barco hasta que otro buque, el Gjoa, comandado por el explorador noruego Roald Amundsen, lograse cruzar con éxito el Paso del Noroeste en el año 1906, convirtiéndose así en el segundo barco que había conseguido unir el Pacífico y el Atlántico por una ruta más corta y rápida que la realizada hasta ese momento.


Saludos a todos!!

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