miércoles, 30 de octubre de 2013

La Guerra de los Mundos

En las vísperas del día de Halloween del año 1938, en Estados Unidos, un 30 de octubre, un por entonces jovencísimo Orson Welles (6 de mayo de 1915) realizó una de las mayores bromas en la historia de la humanidad.
"Sabemos ahora que, en los primeros años del Siglo XX, nuestro planeta estaba siendo observado muy atentamente por inteligencias superiores a las hombre, aunque también tan mortales como las nuestras".
 
El joven actor y director, Orson Welles, había adquirido cierto reconocimiento en programas de radio, especialmente por la adaptación que había hecho de Los Miserables. Fue por ello por lo que en el verano de 1938, la Columbia Broadcasting System (CBS) le ofreció realizar un programa semanal en su cadena, en el que transmitiría dramatizaciones de obras por la radio. El programa sería el Mercury Theater on de Air, en el cual inicialmente se adaptarían obras literarias bastante reconocidas. Esas obras serían adaptadas e interpretadas por él mismo y por su equipo de trabajo, encabezado por Howard Koch. Dicho programa sería radiado para todo el país.
 
Después de haber relatado en su programa clásicos como 20.000 leguas de viaje submarino o Drácula, en la noche del 30 de octubre le iba a tocar el turno al libro de Herbert George Wells, La guerra de los mundos. Aquel día la adaptación se haría mediante un show musical que sería interrumpido por boletines informativos de urgencia, los cuales otorgarían un gran realismo a la adaptación. Tal fue el grado de realismo de dicha adaptación que multitud de oyentes cayeron en el engaño, aún a pesar de que nada más comenzar el programa habían sido advertidos de que este era ficción, y fueron nuevamente advertidos en el transcurso del programa. Así comenzaba el programa:
"La CBS y sus emisoras asociadas presentan a Orson Welles y el Mercury Theatre on de Air en La Guerra de los Mundos de H.G.Wells."
 
En la emisión de La Guerra de los Mundos, el propio Welles sería quien interpretaría al profesor Pierson, el científico que se encargaría de ir explicando los sucesos, mientras que sería otro actor el que se encargaría de dar voz al peridista Carl Phillips. Los hechos que iban a tener lugar durante la representación se relatarían en forma de noticiario, interrumpiendo un programa musical y festivo.
 
Lo resultante de aquel programa fue que Welles, que en aquel momento tenía tan sólo 23, obtuvo gran popularidad con el mismo. Y esa popularidad fue recíproca entre el actor y director y aquel programa, ya que la fama de la persona hizo que la leyenda sobre aquel día de terror se agigantase con los años. También, por supuesto, mucha gente cuestiona realmente las dimensiones que alcanzó el fenómeno, alegando que este es más un mito que una realidad.

Desarrollo del programa
El concierto de Ramón Raquella que se estaba emitiendo a la hora del supuesto ataque, fue interrumpido por primera vez para informar que se estaban divisando unas extrañas luces provenientes de la superficie de Marte. La siguiente interrupción daba la información de la caída de un meteorito en el distrito de Nueva Jersey. Ante esos acontecimientos, la radio enviaba un periodista, acompañado del prestigioso astrónomo, el profesor Pierson, al lugar de los hechos. Desde el lugar donde había caído el supuesto meteorito, el enviado especial contaba lo que estaba viendo:
"Señoras y señores, esto es lo más terrorífico que nunca he presenciado... ¡Espera un minuto! Alguien está avanzando desde el fondo del hoyo. Alguien... o algo. Puedo ver escudriñando desde ese hoyo negro dos discos luminosos... ¿Son ojos? Puede que sean una cara. Puede que sea..."
 
Carl Phillips, que así se llamaba el enviado por la CBS, mendiante entrevistas a testigos, con testimonios como el de las líneas anteriores, fue contribuyendo a crear el pánico entre los oyentes. Los gritos de las primeras víctimas de los marcianos no hicieron sino aumentar ese pánico entre los que escuchaban al periodista, hasta que él mismo fue víctima de los invasores y la transmisión desde Nueva Jersey se interrumpió.
 
Al perder la conexión con Phillips, la situación ya era de caos total en Nueva Jersey. Tal era este caos, que antes del final del programa la policía ya había llegado a los estudios de la CBS. Las diferentes comisarías de la policía, al igual que sucedía con las redacciones de noticias, se encontraban saturadas por la enorme cantidad de llamadas telefónicas que hacían los oyentes, presas del pánico. Estos se encontraban aterrorizados y desesperados, e intentaban protegerse de los ficticios ataques con gas de los marcianos. Se llegó a hablar que más de un millón de personas, de los seis que escuchaban el programa, llegaron a creerse la broma radiofónica, llegando a producirse, incluso, llamadas a la policía de algunas personas que afirmaban haber visto a los invasores.

El programa duró casi una hora, siendo los primeros cuarenta los correspondientes al falso noticiario, que terminaba cuando el locutor de la CBS fallecía en la azotea de la radio, a causa de los gases y seguía con la narración en tercera persona del profesor Pierson, que describía la muerte de los invasores.

Al día siguiente, las crónicas de los periódicos hablaban del pánico que la broma de Welles había causado. Ese pánico había generado, a su vez, embotellamientos, accidentes de tráfico, avalanchas humanas, y agolpamientos frente a comisarías, hospitales e iglesias, además de suicidios, e incluso algún aborto e infarto. También saltaron las protestas, exigiendo responsabilidades y la cabeza de Orson Welles, al igual que una explicación. Por ello, el propio Orson Welles pidió perdón por la broma de Halloween, considerada una burla por los oyentes.

Esa histeria colectiva demostró el poder de los medios de comunicación de masas, provocando que los ciudadanos perdieran la inocencia respecto a los medios de comunicación. También este curioso episodio catapultó a la cima la carrera de Welles. Había nacido la leyenda de Orson Welles, cuya fama posterior no hizo sino agrandar la leyenda de 30 de octubre de 1930.

Imitadores de Welles
En febrero de 1949, en Radio Quito, una de las emisoras más prestigiosas del país, se intentó realizar una adaptación similar a la que había protagonizado Orson Welles en la década anterior. En la representación, un locutor interrumpía la retransmisión de un número musical para informar de que se habían observado objetos voladores sobre las Galápagos, que minutos más tarde, iban a llegar a la ciudad. A los pocos minutos se descubrió la verdad de esos avistamientos, lo que provocó una gran agitación popular contra el edificio de El Comercio, donde se encontraba la sede de la emisora. Esa agitación acabó causando un incendio en el edificio, que rápidamente se propagó. La policía no actuó socorriendo a los trabajadores del edificio, ya que les había sentado mal la broma. Finalmente los operarios del edificio optaron por ponerse a salvo saltando al techo del edificio contiguo. Las consecuencias fueron la muerte de cinco personas, basto de las llamas, y unos daños cuatro veces superiores a los que podía cubrir el seguro. Radio Quito no pudo volver a emitir, debido a los daños, hasta abril de 1951.

Por fortuna, no todas las adaptaciones fueron tan trágicas, como demostraron las que se realizaron en 1998, con motivo del sesenta aniversario de la hecha por Welles. Para ese sesenta aniversario, una emisora portuguesa y otra mejicana decidieron emular a Welles y transmitir una versión contemporánea de la obra. Dichas retransmisiones fueron un éxito, y ante todo, no acabaron en tragedia, como la realizada por Radio Quito.
 
 
Saludos a todos!!

martes, 29 de octubre de 2013

El Crack del 29 y sus consecuencias

En octubre de 1929 estalló en Estados Unidos una crisis económica sin precedentes, cuyos efectos se prolongaron en el tiempo durante más de una década y resultaron catastróficos para todo el planeta. La especulación ciega que llevó a la quiebra de Wall Street y la incapacidad de los gobiernos para controlar aquella crisis se encuentran en el origen de lo que, para muchos historiadores, desencadenará diez años más tarde la Segunda Guerra Mundial.

Esta crisis de 1929 abrirá el periodo conocido como la Gran Depresión que tiene lugar durante toda la siguiente década. Se inició en torno al día 24 de octubre de 1929, conocido como el Jueves Negro o el Crack de la Bolsa de Wall Street y llegó de una forma un tanto inesperada para los inversores más inexpertos. Las causas más comunes que se han dado para esa quiebra de la bolsa fueron la sobreproducción, el bajo consumo y la caída de los precios agrícolas del comercio internacional, a lo que se sumó la abundancia de obtención de créditos fáciles y de dudosa recuperación.

En aquel Jueves Negro se pusieron en venta unos trece millones de acciones que no encontraron vendedor, por lo que hizo que el valor de esas acciones cayesen en picado. La venta de acciones especulativas arrastró a todas las demás acciones y llevó a que los especuladores se arruinasen. Ese crack bursátil provocó una reacción en cadena en el sistema financiero, en donde una gran cantidad de bancos empezaron a tener problemas de solvencia y liquidez, debido a la desconfianza de los ciudadanos acerca de la capacidad de reembolsar el dinero a los depositantes. Los bancos comenzaron a quebrar y la industria se encontró con que no había capital para alimentarla. El miedo había detenido la inversión, había aumentado el paro y los precios habían caído, descendiendo con ello el consumo y hundiendo de esta forma la banca.

El gobierno de los Estados Unidos intervino ante la situación que se estaba generando, al igual que hicieron las entidades financieras, pero la situación siguió siendo inestable y la cotización de las acciones continuó perdiendo valor hasta que en el año 1932 se detuvo esta caída en picado con un ligero proceso de recuperación. La caída de la Bolsa fue el detonante que inició la Gran Depresión, que afectó a Estados Unidos durante toda la década de los años 30, y de la que solo se pudo salir al concluir la Segunda Guerra Mundial.

La subida de la Bolsa
A partir del año 1924 comenzó a producirse un alza espectacular en el valor promedio de las acciones cotizadas en bolsa. En ese año su valor oscilaba en torno a los 110 puntos, mientras que para inicios del año siguiente ya había subido el valor de estas hasta 25 puntos más. Era un aumento muy considerable, pero no llamó la atención debido a que había un clima general de euforia en aquella época. A finales de año el valor ya se situaba en 181 puntos, por lo que este se había incrementado en más de 40 puntos.

Esto generó un clima de gran confianza y propició que los especuladores intentasen hacer fortuna con ese alza y aprovechar a retirar sus inversiones justo antes de que la burbuja explotase. Sin embargo muy pocos inversores consiguieron librarse de perder todos sus ahorros, debido a que los días que la bolsa estuvo al alza parecían prolongarse casi de forma indefinida, y fue imposible por parte de los especuladores el divisar cuando se iban a acabar esos días de prosperidad.

1926 fue un año que vivió varios altibajos. Las caídas en la Bolsa fueron grandes, aunque sin embargo a finales del año esta pareció recuperar valores razonables y el año se cerró con valores similares a los del año anterior. Había sido un año que había supuesto un punto de inflexión y desde ese momento se desató la locura bursátil.

El siguiente año supuso el primero de la locura, puesto que desde las primeras fechas del año, el valor de las acciones comenzó a subir de forma progresiva. El año se comenzó con un valor de 176 puntos y se cerró con una cifra de 245, lo que suponía que los inversores habían ganado 69 puntos con respecto a las cifras de inicios de año. Tal índice de crecimiento llamó la atención en la prensa, que comenzó a dedicarle especial importancia a la sección bursátil. Eso supuso que una gran cantidad de ciudadanos norteamericanos comenzasen a especular en la Bolsa, aunque fue un número mucho menor del que se nos ha querido ofrecer desde los Estados Unidos, ya que de los aproximadamente 120 millones de habitantes del país en aquel momento, apenas invertían en bolsa el 1% de los mismos, había poco más de un millón de inversores en el país.

1928 fue nuevamente un año de ganancias para la Bolsa de Nueva York. Aunque hubo altibajos durante el último mes del año, el crecimiento que esta había tenido a lo largo del ultimo año había sido también espectacular, pasando su valor de 245 a 331 puntos, alcanzando la cifra de 6 mil millones de dólares los préstamos para las operaciones. Se trataba de unas cifras asombrosas, puesto que tan solo un año antes, el valor de estos préstamos era de “apenas” 3.500 millones de dólares. Eso significaba que prácticamente se habían doblado los préstamos.

Esas impresionantes cifras comenzaron a alarmar a los grandes especialistas del país, acrecentándose aún más su preocupación cuando durante el mes siguiente, el valor en Bolsa aumentó nada menos que 30 puntos. Las medidas que se tomaron (lanzar Bonos Estatales, una nota del Consejo de la Reserva Federal y una subida de los intereses bancarios ingleses, para evitar que su dinero viajase a Estados Unidos) hicieron que durante el mes de febrero la Bolsa tuviese algún altibajo y su índice se estancara, dejando de crecer.

Marzo comenzó a significar el principio de la caída para la Bolsa. Las primeras semanas de marzo fueron acompañadas por la euforia de la toma de posesión del nuevo presidente del país, Hoover, pero en la segunda mitad del mes comenzaron a ceñirse oscuras nubes sobre los inversores. El Consejo de la Reserva Federal se reunió en Washington, incluso el sábado 23 de marzo, lo que preocupó a los inversores. El domingo 24 no fue un buen día en la Bolsa para muchos jugadores, y la jornada del lunes fue catastrófica para la Bolsa, pues el índice perdió casi 10 puntos de media. Muchos jugadores se habían presentado en las puertas de Wall Street para vender al mejor precio que pudieran sus acciones. El día 26 fue aún peor para los inversores, llegando a perder en algunos casos las acciones hasta 30 puntos y parecía que se iba a vivir el desplome cuando acudió Charles E. Mitchell (Presidente del National City Bank y uno de los directores de la Reserva Federal de la ciudad) al rescate, quien no podía permitir que se hundiera la Bolsa, por lo que puso el dinero de su propio banco para que se cubrieran las liquidaciones.

Esta medida hizo que los especuladores recuperasen la confianza y esta crisis pasajera se superase durante los siguientes meses. Así, en los meses de junio, julio y agosto se acumuló una subida bursátil de casi 120 puntos, superándose de esta forma los siete mil millones de dólares en compras de valores de créditos, situando el valor del índice en 449 puntos. Los primeros días del mes de septiembre fueron positivos, pero el día 5 se produjo una caída de 10 puntos. Parecía que se había alcanzado el punto de inflexión en términos especulativos, y, septiembre fue un mes en que se vivieron numerosos altibajos en la Bolsa, con una ligera caída a finales de mes. 

El Crack de Wall Street
El mes de octubre comenzó de la misma forma que había terminado el mes anterior, con varios altibajos bursátiles. El miedo comenzaba a crecer entre los especuladores. El infierno bursátil, para los que supieron verlo, comenzó el día 18 de octubre, viernes, en el cual el índice bajó 7 puntos. Al día siguiente este bajó otros 12 puntos. A pesar de ese descenso no cundió el pánico, ya que se pensaba que, como había sucedido en ocasiones anteriores, se trataba de algo pasajero y rápidamente se recuperarían los índices de inicios de mes.

El lunes 21 de octubre mucha gente pensó en vender sus acciones y quedarse con los beneficios económicos que obtendrían de esas ventas. De esta forma se negociaron nada menos que seis millones de títulos aquella jornada, lo que provocó que el ticker (indicador telegráfico que refleja al minuto la cotización de la Bolsa) se retrasase enormemente, lo que sacó de sus casillas a muchos inversores, y provocó que los valores de compras y ventas no fueran reales en el momento de realizarse. El final de esa jornada y la del día siguiente, supuso un cierto colchón en la caída de los valores, pero el miércoles 23 de octubre supuso el principio del fin, ya que la Bolsa cayó desde los 415 a los 384 puntos. Una caída de 31 puntos en una sola jornada. Se acababa de iniciar el desastre bursátil de Wall Street.

El inicio de la jornada en la Bolsa el infausto 24 de octubre de 1929 estuvo marcado porque los valores se mantuvieron estables, pero a las pocas horas comenzaron a hundirse los precios. Es el conocido como Jueves Negro de la Bolsa de Nueva York. El ticker nuevamente sufrió enormes retrasos, debido a la ingente cantidad de títulos que se estaban negociando. Los agentes de Bolsa comenzaron a volcar grandes cantidades de papel, provocando bajadas, debido a que no se les garantizaban los títulos a crédito. Se creó un círculo vicioso y esta operación se repitió en varias ocasiones, provocando que la caída fuera cada vez mayor. Comenzaron a producirse altercados, tanto dentro como fuera de Wall Street. A medio día se ordenó el desalojo de las dependencias de la Bolsa reservadas al público.

La situación era de pánico general, alcanzándose en esa jornada la cifra récord de casi trece millones de transacciones, con la gente vendiendo los títulos a un tercio del valor que tenían antes de comenzar la jornada. Poco después de desalojar las dependencias de la Bolsa, esta se recuperó y comenzó a subir nuevamente el valor de los títulos. Minutos antes de ese cierre se habían reunido representantes de los cinco grandes bancos y llegaron al acuerdo de reunir los fondos necesarios para contener el pánico (según parece, el tope establecido estuvo en torno a los 20 ó 30 millones de dólares, cantidad a todas luces insuficiente comparada con los 7.000 millones de dólares en créditos que se manejaban aquellos días). Finalmente el pánico que se había desatado a lo largo de la mañana, más o menos pudo ser contenido al final de la jornada y esta concluyó con la pérdida únicamente de 12 puntos en el valor de las acciones.

Durante las dos siguientes jornadas se mantuvieron relativamente estables las cifras, pero el lunes 28 de octubre fue desastroso para las inversores, puesto que la jornada terminó con un retroceso de 49 puntos y más de nueve millones de transacciones.

Aún así, lo peor llegaría el martes 29 de octubre, conocido como el Martes Negro, donde se alcanzarían las mayores cotas de pánico en la gente. Aquella jornada se superaron los dieciseis millones de transacciones en Bolsa, lo que inevitablemente hizo que el ticker volviera a sufrir graves retrasos. La caída del índice general aquel día se fue hasta los 43 puntos. Eso hacía que, según cifraron los expertos, se volatilizara tanto dinero aquel día como el que había gastado Estados Unidos durante toda la Primera Guerra Mundial. Más de un millón de personas lo habían perdido todo en aquella trágica jornada para ellos.

Inmediatamente a continuación del Martes Negro, el miércoles y el jueves la Bolsa sufrió una subida de 31 y 21 puntos respectivamente, pero fue un mero espejismo, puesto que desde el 4 de noviembre, hasta el día 13, los valores de la Bolsa se fueron desplomando, hasta llegar a marcar un mínimo de 224 puntos en ese 13 de noviembre. La Bolsa había perdido la mitad de su valor en tan solo dos meses. Por término medio, los títulos cotizados en la Bolsa perdieron el 20% de su valor durante el mes de octubre y hasta el 50% durante el mes de noviembre. Comenzaba así una larga etapa de estancamiento económico en Estados Unidos y en el resto del mundo. Comenzaba la Gran Depresión. 

Consecuencias de la Gran Depresión
Suicidios
Desde el famoso Jueves Negro ha ido creciendo la leyenda de que el número de suicidios de la gente aumentó de manera desproporcionada durante el resto de aquel año, debido a que se habían arruinado con el crack de la Bolsa. Sin embargo, esa opinión generalizada no es cierta del todo, ya que, según los datos que refleja John K. Galbraith en su obra, el número de suicidios fue ligeramente superior en ese 1929 con respecto al año anterior (14% frente a 13.6% por cada cien mil habitantes), produciéndose la mayor cantidad de suicidios a lo largo del verano, cuando los negocios y las inversiones aún era prósperos, y comparando con años anteriores, las cifras de suicidios fueron menores en esos trágicos meses de octubre y noviembre (1331 y 1334 respectivamente, según cifras del Departamento de Comercio, Oficina del Censo de Washington).

Sí es cierto que las cifras de suicidios aumentaron progresivamente durante los siguientes tres años (15.7% por cada cien mil habitantes en 1930, 16.8% en 1931 y 17.4% en 1932), reduciéndose progresivamente a partir del año 1933. Pero ese aumento del porcentaje de suicidios probablemente tuvo relación con la depresión que vivió el país en aquellos años, en donde había millones de hambrientos que, seguramente presas de la desesperación y totalmente desarraigados, optaron por la opción del suicidio, contribuyendo a aumentar esas tasas y también a que creciera esa leyenda negra.

Otra parte de esta leyenda negra correspondiente a los suicidios tuvo que ver con que una gran cantidad de estos se produjo con las víctimas arrojándose por los balcones y ventanas de los edificios más altos de la ciudad. Es cierto que hubo mucha gente que se arrojó al vacío, pero no fue tan elevado el número de suicidios usando este método, y la gente prefirió otros, como pegarse un tiro o morir asfixiados con gas.

Estafas a empresas
Otra de las consecuencias fue la gran cantidad de estafas que se produjeron durante la época de bonanza de la economía del país, que fueron descubiertas una vez que la burbuja estalló. Esto se produjo debido a que en la época en la que los negocios eran prósperos, nadie vigilaba que sus cuentas fueran correctas. Una vez que se produjo el Crack, se descubrió que los empleados de las empresas habían estafado a estas para jugar su dinero en el mercado, con el fin de ganar una cantidad razonable de dinero para ellos y devolver la cantidad que habían tomado “prestada” a su empresa. El hundimiento de la Bolsa sorprendió a una gran cantidad de trabajadores que habían intentado enriquecerse de esta forma, y por lo tanto, habían arruinado a la empresa.

Sin duda alguna, la estafa más espectacular que tuvo lugar fue la del saqueo del Union Industrial Bank, de Flint, Michigan. En esa estafa se estima que los empleados le sustrajeron más de 3.5 millones de dólares al dueño de la empresa.

Cierre de bancos
Una vez que se produjo el hundimiento de la Bolsa, hubo un fenómeno derivado del mismo que tuvo gran importancia. Ese fenómeno se produjo por la pérdida de confianza de la gente ante la impotencia de los bancos por frenar la caída, y también porque muchos de estos bancos habían entrado también en la especulación bursátil y se vieron arrastrados a la quiebra financiera.

Muchas cajas bancarias no consiguieron cobrar los créditos que habían contraído en los años precedentes debido a que sus clientes se habían arruinado, y se vieron arrastrados con ellos. En otros casos, los clientes sacaron todo su dinero de los bancos para pagar las deudas a sus acreedores. Los bancos poco a poco se fueron quedando sin fondos y se vieron, por tanto, obligados a echar el cierre. De esta forma, en 1929 cerraron un total de 642 entidades bancarias. Al año siguiente ese número se dobló y tuvieron que cerrar la friolera de 1.345 cajas, que parecen un número casi irrisorio comparado con las que tuvieron que cerrar al año siguiente, 1931, con un total de 2.298 cierres.

Estos cierres de bancos en Estados Unidos terminaron llegando a Europa y provocaron una crisis de similares características, especialmente porque los bancos europeos estaban vinculados a los norteamericanos, debido a los préstamos de guerra y la reconstrucción posterior a esta.

Las quiebras bancarias metieron a miles de empresas de Estados Unidos en graves apuros de liquidez o llegaran a la suspensión de pagos, por no poder hacer frente a sus nóminas. Incluso podría bastar con que la banca elevase los tipos de interés para que muchas empresas que estuvieran atravesando problemas se vieran obligados a cesar con su actividad. En los meses finales de 1929 quebraron más de 20.000 empresas; en 1930 más de 26.000; en 1931 más de 28.000 y por último, más de 32.000 en 1932.

Aumento del paro
El paro aumentó de forma significativa a raíz del crack de la Bolsa. Si en 1929 había apenas un millón y medio de parados (suponía un 3% de la población total activa), para 1930 esta cifra prácticamente se triplicó, pasando a haber 4.2 millones de parados, siendo la tasa de casi el 9%. Al año siguiente ya se contaba con casi 8 millones de parados y una tasa de paro del 16%. Aún peor fue 1932, cuando las cifras se dispararon hasta un 24% y unos 12 millones de parados. Estas cifras únicamente reflejan el paro total, que va acompañado de la mendicidad, de enfermedades y el hacinamiento en las llamadas Hoovervilles (ironizando con el nombre del Presidente del país en esos momentos, John Edgar Hoover) o en los arrabales de las grandes ciudades.

En cuanto al paro parcial, fue uno de los principales problemas del país en la época de la Gran Depresión. Ese paro parcial no es tenido prácticamente en cuenta en las cifras, pero supuso que entre la gente que pudo conservar su empleo, vieron como sus sueldos se veían reducidos, privándoles también de numerosos privilegios.

Este paro afectó a unos dos tercios de los trabajadores industriales, lo que suponía que sus reducidos salarios se convirtiesen casi en salarios del hambre. Con esas circunstancias, la masa salarial se vio reducida en 1933 hasta aproximadamente la mitad de la que había en 1929 (de 53 mil millones de dólares a 28 mil millones). Esta crisis se hizo notar especialmente en el campo, donde se calcula que unos seiscientos mil trabajadores al año hubieron de abandonar la parcela de la que vivían para no morir de hambre en ella.

Al igual que sucede con la actual crisis en España, en aquel momento resultaba muy complicado para una persona adulta el conseguir un trabajo, pero mucho más difícil aún le resultaba a una persona joven que buscase su primer empleo, por no decir que le resultaría imposible conseguirlo. Esto provocó que una gran cantidad de jóvenes, sobreviviendo en grupos, recorriesen el país, asaltando granjas para poder comer. Se impusieron severos castigos a esos grupos de jóvenes cuando se los cogía.

El otro gran sector perjudicado con la depresión fue el de la educación, puesto que una gran cantidad de escuelas tuvieron que cerrar en el periodo más duro de esta depresión. En 1932 hubieron de cerrar casi cinco mil escuelas por falta de fondos para poder seguir abiertas. Y en el caso de las que pudieron seguir abiertas, en muchos casos permanecían abiertas durante menos horas al día, o en muchos lugares las semanas escolares pasaron a tener tan solo tres días, además de sufrir recortes en los materiales escolares, disminución de sueldos, o directamente con atrasos en los pagos.

Esta crisis y el aumento del paro, además, acentuaron las desigualdades sociales, debido a que aunque las personas más ricas sufrieron quiebras en sus negocios, sus patrimonios no mermaron mucho, mientras que las clases media y baja no pudieron decir lo mismo, ya que si quebraba su negocio, estos quedaban en la ruina, o bien en caso de ser un trabajador y que quebrase el negocio del dueño, que se quedaba sin empleo, sin ingresar dinero y sin posibilidades reales de encontrar un nuevo trabajo.

Descenso demográfico
Al problema del paro hay que sumar un descenso demográfico. Este se produjo debido a que los matrimonios, la natalidad y especialmente las migraciones, se vieron reducidas durante estos años. También se unieron factores como la mortalidad infantil, que aumentó en esos años, al igual que la mortalidad senil, aunque esta influía en menor medida en estos factores. Estados Unidos cerró sus fronteras de entrada para los inmigrantes, lo que sin duda provocó que se redujese la natalidad, y por lo tanto se garantizase el relevo generacional de las personas que fallecieran durante ese periodo, bien por muerte natural, o bien por consecuencia de la crisis. En otros lugares del planeta, se tendió a restringir la natalidad, para tratar de frenar los efectos sociales, es decir, el paro. Esto se dio sobre todo en las democracias liberales, mientras que en lugares con regímenes totalitarios, como podían ser Alemania e Italia, se intentó fomentar el crecimiento de la población, principalmente debido a razones ideológicas.


Se puede observar, por tanto, que el Crack obligó a las compañías de producción que se encontraban al final de la cadena de los holdings a reducir sus gastos y vivir de sus propios recursos. Que estos sistemas se colapsaran supuso que se destruyese la disposición a pedir créditos y a prestarlos para realizar inversiones. También trajo la liquidación de los créditos al exterior, con los que se había equilibrado la balanza internacional de pagos. Desde ese momento la balanza solo pudo equilibrarse con la reducción de las exportaciones, lo que supuso una gran presión a varios mercados, principalmente el del algodón y el tabaco. Por lo tanto, si la economía de 1929 hubiese sido firme, los efectos del crack de la Bolsa se habrían dejado notar en una medida mucho menor de lo que lo hizo, pero al no ser una economía firme, la crisis se hizo notar en gran medida en muchos sectores.


Saludos a todos!!