domingo, 28 de julio de 2013

Landmesser, el hombre que plantó cara al régimen nazi

August Landmesser era un alemán nacido en Pinneberg (Ston) un 24 de mayo de 1910. Durante la Gran Guerra y posguerra que asoló a su país apenas era un niño. Fue en su juventud cuando tuvo grandes problemas para encontrar trabajo, al igual que le sucedía a la gran mayoría de alemanes, lo que, a pesar de no ser muy afín a los ideales del partido, le llevó a afiliarse al NSDAP (en Partido Nazi) en 1931, cuando este se encontraba en pleno ascenso y prometía revertir la situación que atravesaba Alemania. Se afilió con el fin de conseguir un trabajo estable. August finalmente consiguió un trabajo en Hamburgo, en los astilleros de Blohm und Voss.

August seguiría afiliado como miembro al NSDAP hasta 1935, cuando un suceso que contrariaría los deseos del régimen, obligó a expulsarle del partido. A pesar de ser expulsado del partido pudo conservar su trabajo en los astilleros de Blohm und Voss hasta el año 1938, año en que fue hecho prisionero por la Gestapo.
 
Ese suceso que contrarió al partido fue que el 21 de abril de 1935 se casó con Irma Eckler, una mujer de ascendencia judía. Ese matrimonio, hasta ese momento era totalmente legal, pero con la entrada en vigor de la Ley para la Protección de la Sangre y el Honor Alemanes, el 15 de septiembre de ese mismo año, ese matrimonio fue declarado nulo, en virtud del primer artículo de esa ley. Esto colocaba a la pareja en una peligrosa posición frente al gobierno, ya que Landmesser se mantuvo fiel a sus ideales y mantuvo su relación con Irma, figurando desde aquel momento su relación como extraconyugal, lo que les hacía estar fuera de la ley y más cuando uno de los miembros de la pareja era de origen judío. Las dos hijas del matrimonio nacerían en octubre de 1935 y en julio de 1937, Ingrid e Irene, respectivamente.
 

Se negó a realizar el saludo nazi

August Landmesser pasó a la historia un 12 de junio de 1936, fecha en la que fue botado el velero de la Marina Alemana Horst Wessel (actualmente un barco escuela). Aquel día Adolf Hitler estaba presente en la botadura del velero cuando Landmesser se negó a realizar el saludo, tal como hicieran el resto de sus compañeros del astillero. Landmesser se quedó con los brazos cruzados ante el Führer de Alemania, como forma de protesta pacífica ante la injusticia que se estaba cometiendo con él, con su amada Irma, y con Ingrid, su hija recién nacida. Ese acto de insubordinación fue inmortalizado en una fotografía, sin que el protagonista de la misma lo supiese.

Desde entonces este hombre pasó a ser un ejemplo de coraje individual y objeción de conciencia, hasta tal punto fue ejemplo de resistencia al régimen nazi que durante la Segunda Guerra Mundial la fotografía fue lanzada sobre suelo alemán por los Aliados, apelando a los contrarios al régimen a que tomasen la misma actitud que el hombre de esa imagen, por aquel entonces, una persona anónima.
 

Campo de concentración y muerte

Después de numerosos juicios, Landmesser sería finalmente encarcelado y condenado en 1938, por violar el segundo artículo de la Ley para la Protección de la Sangre y el Honor Alemanes. Mediante ese segundo artículo fue condenado por Rassenschande (deshonra de la raza), ya que con él quedaba prohibido el comercio carnal extramatrimonial entre judíos y ciudadanos de sangre alemana o afín, algo que Landmesser, con dos hijas, evidentemente no había cumplido. En virtud del quinto artículo de esa misma ley, fue condenado a la pena de prisión y trabajos forzados. Su mujer corrió idéndita suerte, siendo llevada inicialmente a Lichtenburg, para posteriormente trasladarla a Ravensbrück, en donde murió en enero de 1942 (ambos eran campos de concentración exclusivos para mujeres).
 
Una vez que August cumplió la pena a la que había sido condenado de dos años y medio de trabajos forzados en el campo de Börgermoor, fue liberado, pero debió continuar haciendo trabajos forzados en una fábrica de vehículos para el ejército, para más adelante, ser obligado a alistarse en el I Batallón de libertad condicional 999. Oficialmente a finales de ese año fue cuando se le perdió el rastro a August, sin embargo, se piensa que murió en alguna de las batallas de las que formó parte su batallón, siendo más que probablemente en la Península de Pelješac, Croacia, donde muriese, a inicios del año 1944. Fue oficialmente declarado como fallecido en 1949.
 
Las hijas, por su parte, fueron separadas al condenar a sus padres en los campos de concentración. A Ingrid, la hija mayor del matrimonio, se le permitió vivir y ser criada por su abuela materna, mientras que Irene, de apenas unos meses, se la llevó a un orfanato, y más tarde sería adoptada por una familia. Ambas hijas sobrevivieron a la guerra.

La fotografía en la actualidad

La identidad del hombre anónimo que aparecía en la fotografía con los brazos cruzados no sería conocida hasta décadas después de que finalizase el gran conflicto bélico. Sería en 1991 cuando, de forma totalmente casual, Irene vería en un diario alemán la fotografía, e identificaría como a su padre al hombre que tenía los brazos cruzados que durante tanto tiempo había permanecido en el anonimato.. Unos años después, la propia Irene escribiría la historia de su familia, con el objetivo de contar al mundo la terrible historia que habían tenido que vivir sus padres, y de como habían sido separados por el régimen nazi que asoló Alemania.

Esta fotografía puede ser contemplada actualmente en el centro de documentación Topografía del Terror, que se encuentra ubicado en la antigua calle Prinz Albrecht de Berlín, donde hasta 1945 se encontraban situadas las sedes centrales de la Gestapo, las SS, y la Oficina Central de Seguridad del Reich (la Reichssicherheitshauptamt).


Saludos a todos!!
 

viernes, 26 de julio de 2013

La resistencia de Numancia

Numancia era una antigua población celtíbera situada en el Cerro de la Muela, en Garray, muy próxima a la actual ciudad de Soria. Numancia fue conocida porque después de dejar entrar en la ciudad a unos fugitivos, tuvieron un grave enfrentamiento con Roma, que comenzó en el año 153 a.C. y se prolongó en el tiempo durante nada menos que veinte años, hasta que a Publio Cornelio Escipión Emiliano, el Africano Menor le nombraron cónsul para que acabara con el enfrentamiento con los numantinos, a los que derrotó tras someterles a un sitio de muchos meses. La gran mayoría de los habitantes de Numancia prefirieron el suicidio antes que entregarse al enemigo, haciendo prevalecer así la condición de libres antes que la de esclavos que les otorgaría Roma.

Origen y Situación

Los orígenes de la ciudad de Numancia no están claros del todo, ya que Plinio el Viejo señala su origen pelendón, sin embargo otros historiadores, como Estrabón, la sitúan con un origen arévaco. Sea cual fuere su origen, Numancia es una ciudad celtíbera que se encuentra situada en el Cerro de la Muela de Garray, un punto estratégico delimitado por el Sistema Ibérico y rodeado por el río Duero y el Merdancho, con una superficie aproximada de ocho hectáreas.

Las calles de la ciudad estaban orientas en dirección este-oeste, con la salvedad de las dos calles principales, que su orientación era norte-sur. El diseño de las calles estaba pensado para cortar el viento norte. Las casas de la ciudad eran de piedra, con elementos de madera, adobe, barro y paja, y se encontraban agrupadas en manzanas, alineadas próximas a la muralla. La ciudad se encontraba rodeada por una muralla reforzada por varios torreones, con cuatro puertas.

Numancia fue ocupada por primera vez a inicios de la Edad del Bronce, aproximadamente entre los siglos XIX y XVIII a.C. Después de que los romanos la conquistasen y destrozasen, en el año 133 a.C., se han encontrado restos de poblamiento en el Siglo I a.C., y sería hacía el siglo III d.C. cuando comienzase su decadencia.
 

Las Guerras Celtibéricas

Desde que Roma entrase por primera vez en la Península Ibérica en torno al año 218 a.C., con motivo de las Guerras Púnicas, la conquista de esta fue bastante rápida, y en apenas un siglo fue prácticamente sometido todo el territorio. Pero esa conquista no fue total, ya que hubo pueblos en Lusitania que a lo largo de la conquista ofrecieron una lucha titánica. En ese sentido, destacó sobremanera la resistencia que Numancia ofreció a los romanos, ya que fue capaz de frenar a las puertas de su muralla durante veinte años al todo poderoso ejército romano. La propia Numancia, junto a otras ciudades, llegó  incluso a enviar embajadas a Roma para negociar con el Senado romano.

Sería después de la primera Guerra Celtibérica (181-179 a.C.) cuando los pueblos celtibéricos se someterían al poder romano, después de haber sido derrotados por estos. Los tratados que firmarían iban encaminados a que los celtíbteros tuvieran prohibido construir nuevas ciudades amuralladas, o bien ampliar las ya existentes. Además, en los tratados se incluiría el desarme de los pueblos y el envío de hombres para las filas romanas.

Sería en el año 153 a.C. cuando los habitantes de Segeda, que era la capital de los Belos, retrasaron el envío de soldados que pedía Roma para servir en su ejército, al tiempo que se negaban a pagarles impuestos y ampliaban las fortificaciones de su pueblo. Fue por ello por lo que el Senado romano, en virtud de las condiciones acordadas tras la Primera Guerra Celtibérica, mandó un ejército de unos 30.000 hombres a cuyo frente se encontraba el cónsul Fulvio Nobilior, para solucionar los problemas que les estaba creando ese pueblo hispano. 

El envío de un ejército tan numeroso para un pueblo tan pequeño fue sorprendente, y por supuesto los segedenses no pudieron hacer nada para contener el potencial romano. Los habitantes tuvieron que abandonar sus casas y buscaron refugio en la vecina Numancia, una ciudad que en aquellos momentos, al inicio de la guerra, contaba con una sólida muralla de protección y con un ejército de unos 20.000 soldados a pie, a los que se unían unos 5.000 jinetes. Dichas cifras fueron reduciéndose de manera irreversible a medida que fue avanzando el conflicto con Roma, ya que los romanos controlaban cada vez más territorio, y por lo tanto se elevaba la dificultad para reclutar hombres.

De esta forma dos de las ciudades más importantes de los celtíberos, Numancia y Segeda, se enfrentaron con la poderosa Roma. Al frente de la coalición se situaría el caudillo de Segeda, Caro, como jefe. Estos pueblos aliados derrotaron a los romanos, los cuales sufrieron más de 6.000 bajas, ante el estupor de Roma. Por contra, la coalición hispana perdió a su líder Caro.
 
Al año siguiente, con Claudio Marcelo como cónsul, los celtíberos conseguirían un acuerdo de paz, que incluía el pago de un impuesto de guerra. Dicho acuerdo no fue aceptado por el Senado romano, aunque tras su negativa, los numantinos alcanzaron un acuerdo con el nuevo cónsul romano, mediante el cual, a cambio de una gran cantidad de dinero, ambas partes vivirían en paz. Esta paz se mantuvo hasta el año 143 a.C., hasta que los celtíberos se rebelaron, debido al aumento de la tensión en ambas partes.

Esta rebelión encabezada por Viriato fue considerada como muy grave en Roma, lo que les llevó a decidir enviar un potente ejército a la Península, bajo el mando del cónsul de ese año, Cecilio Metelo. La labor del cónsul fue exitosa para ambas partes, ya que negociaron una paz mediante la cual los numantinos pasarían a ser amigos y aliados de Roma.
 
Sin embargo, el día que debían ratificarse dichos acuerdos, los numantinos se negaron a entregar las armas, tal y como habían acordado. Esta osadía del pequeño pueblo ibérico causó estragos en Roma, desde donde se decidió que no se podía tolerar la osadía. Desde aquel momento, Numancia iba a ser una prueba para el prestigio militar de Roma, contra la que ahora se viviría una guerra continua.
 
La reanudación de la guerra
En el año 141 a.C. fue nombrado como cónsul Quinto Pompeyo Aulo, quien era rival político de Metelo. Este cónsul no destacó en absoluto en su labor militar, ya que al concluir su consulado sólamente había conseguido toparse con las murallas numantinas, sin realizar ningún progreso. Además de haber sido derrotado en diversas ocasiones, también negoció en secreto un tratado de paz que aseguraba la permanencia de la ciudad.

Dicho tratado secreto no fue respetado por Roma, ya que no lo consideraban válido, y por ello el siguiente cónsul, Popilio Laenas, atacó nuevamente Numancia en el año 139 a.C., siendo derrotado por la ciudad. Tras ello decidió saquear los campos de cereales de los vacceos, con el fin de justificar su actividad militar en la zona.

Cayo Hostilio Mancino, el cónsul del año 138 a.C., atacó Numancia con una fuerza aproximada de unos 20.000 hombres. Fracasó y en la retirada fue rodeado por los numantinos, que eran una fuerza cinco veces inferior a la suya, y se vio obligado a capitular para salvar tanto su vida como la de sus soldados. Mancino fue llamado a Roma junto a los embajadores numantinos. Estos últimos se vieron obligados a acampar a las afueras de Roma, ya que eran una nación bárbara. El castigo al que sometió el Senado a Mancino fue humillante, ya que les fue ofrecido a los numantinos para que hicieran con él lo que quisieran. Los numantinos le dejaron desnudo, con las manos atadas a la espalda, en las afueras de la capital.

Los siguientes cónsules romanos, Marco Emilio Lépido Porcina (137 a.C.), Lucio Furio Filón (136 a.C.) y Quinto Calpurnio Pisón (135 a.C.) optaron por no atacar la ciudad. Tras tantos años de luchas y victorias de Numancia, esta había quedado como un baluarte de hostilidad y de resistencia a Roma.

Publio Cornelio Escipión nombrado cónsul
Después de que Roma fuese humillada en reiteradas ocasiones, el Senado romano decidió enviar en el año 134 a.C. a uno de sus mejores generales a acabar con la conquista de Hispania, Publio Cornelio Escipión Emiliano, llamado el Africano Menor, quien había derrotado a Cartago y había adquirido gran fama por ello. Escipión era descendiente de Publio Cornelio Escipión el Africano, el excepcional general que derrotó a Ánibal. El prestigio de Escipión era tal que nada más ser nombrado cónsul, un gran número de romanos quisieron alistarse bajo sus órdenes..

Hubo un problema anterior a que Escipión fuese designado jefe del ejército, ya que no había pasado aún el tiempo necesario desde que había sido cónsul (lo fue en el 147 a.C.) para volver a serlo. Ese problema fue resuelto haciendo que los tribunos derogasen la ley en cuanto al tiempo entre consulados, al igual que sucedió en la Guerra de Cartago.

Una vez solventado dicho problema, Escipión viajó a la Península con un ejército aproximado de unos 4.000 voluntarios, que se sumaron a la llamada cohorte de amigos. Nada más llegar a la Península, Escipión sometió a su ejército a un durísimo entrenamiento, para levantar la decaída moral de sus hombres y para así poder atacar Numancia con plenas garantías de éxito. A la ciudad castellanoleonesa sólo marchó una vez que su ejército estaba suficientemente entrenado, y se trasladó cuidando mucho de no dividir a sus hombres, como habían hechos sus predecesores, ni tampoco de enfrentarse al enemigo antes de haber explorado. Escipión escribió, al respecto de su prudencia:
"Es un disparate aventurarse por cosas leves. Es imprudente el capitán que entra en acción sin necesidad, así como aquel otro es excelente que se arriesga cuando lo pide el caso: así es que los médicos no usan sajaduras ni cauterios antes de las medicinas".

El ataque definitivo
En octubre del 134 a. C., Escipión tomó posiciones frente a Numancia, a la que en ningún momento dio opción de pelear. En todo momento Escipión se mostró cauto en sus decisiones, ya que su plan era cercar y sitiar al enemigo, no enfrentarse directamente a ellos. Para conseguir aislarles, primero se dirigió a los pueblos vecinos, en esta ocasión a los vácceos, a quienes los numantinos compraban los víveres, y arrasó sus campos, habiendo tomado previamente todo lo necesario para sus propias tropas.

Fue entonces cuando comenzó a construir el cerco a la ciudad de Numancia, construyendo fosos, empalizadas y terraplentes para proteger a sus propios hombres. Levantó además un muro de cerca de diez kilómetros de perímetro, situando una torre cada 30 metros en la muralla. Dichas torres estarían equipadas con el armamento más sofisticado de la época. También desarrolló un sistema de señales que le permitía trasladar tropas a cualquier lugar que pudiera encontrarse en peligro.

Una vez terminado de construir todo el cerco a Numancia, estos contarían con una cantidad de gente de entre 2.500 y 4.000 hombres para defender una ciudad totalmente sitiada, frente a los cerca de 60.000 hombres que había llegado a reunir Escipión. De ese enorme ejército, aproximadamente la mitad de hombres se encargarían de proteger el muro construido, mientras que la tercera parte serían usados para las salidas que fuesen necesarias. El número restante de soldados quedarían en la reserva.

Después de haber sitiado Numancia durante ocho meses, en el verano del año 133 a.C. la ciudad se rindió agotada, debido al hambre. Muchos de los habitantes de Numancia prefirieron el suicidio, antes que rendirse y entregarse a los romanos. Finalmente arrasó la ciudad enemiga, sin esperar a la decisión del Senado. El cónsul también castigó duramente a las ciudades que habían colaborado, o intentado colaborar con Numancia.
De los numantinos rendidos, Escipión tomó a 50 para que le acompañaran  a su vuelta a Roma y el resto fueron vendidos como esclavos. Cuando acabó la campaña militar regresó a Italia, y le fue concedido el triunfo, que celebró en Roma en el año 132 a.C., haciendo desfilar por las calles de Roma a los numantinos que había tomado.

Numancia había sido destruida y ya formaba parte de la leyenda. Con su destrucción se dieron por concluidas las guerras celtibéricas. Esas guerras que habían supuesto unos enormes gastos para el Estado romano. Numancia en aquel momento ya había pasado a la leyenda.

Los campamentos romanos

Escipión llegó a Numancia a finales de año, con la clara idea de tomar la ciudad mediante el bloqueo y no por asalto, como habían hecho sus predecesores. Debido a ello ordenó la construcción de una valla que formaba una línea continua alrededor de la muralla. En la construcción de esta zona vallada fueron necesarias no menos de 16.000 estacas, a razón de cuatro estacas por cada metro construido, lo que daba un recorrido total de cuatro kilómetros. A esas estacas había que unir las del entrelazado de la empalizada, lo que elevaba el número a cerca de 40.000 las estacas necesarias en la construcción. Una vez construida la defensa, se levantó una muralla de algo más de nueve kilómetros y un foso. En dicha muralla, mandada levantar por Escipión, se encontrarían siete campamentos, los cuales fueron construidos por piedra, como se harían en épocas del Imperio. Esos siete campamentos serían:

- Castillejo
Toda la conquista de Numancia fue dirigida por Escipión desde este primer campamento. En su construcción fueron aprovechados cimientos anteriores, y su posición estratégica permitía abarcar toda la circunvalación y estar bien defendida, debido a las pendientes de los alrededores. Este campamento tenía una capacidad aproximada de unos 5.000 hombres, aunque se calcula que no hubo allí más que la mitad de soldados.

- Travesadas
Este campamento contaba con unas cuatro hectáreas de extensión. Tenía también una puerta pretoria, protegido desde el interior por dos torres de considerables dimensiones.

- Valdevortón
Está construido en el punto de confluencia de los ríos Merdacho y Duero. Los 400 hombres que formaron la guarnición, además de atender al río, tenían que cubrir también los desfiladeros del río y las colinas por la que los numantinos, después de atravesar el río Merdancho, podrían atacar fácilmente.

- Peñarredonda
Este campamento, situado en una zona muy elevada, entre las lomas que se deslizan hacia el río Merdancho, dominaba toda la ladera meridional de Numancia, y desde él se podían controlar todos los movimientos que realizase el enemigo. Por contra, era el campamento más expuesto ante los numantinos, por lo que sus defensas estaban más reforzadas que en el resto de campamentos, con una muralla de cuatro metros de anchura.

- La Rasa
El campamento de La Rasa pudo tener una superficie de seis hectáreas y se encontraría entre el río Dueron y el campamento de Peñarredonda. Es probable que el campamento estuviera ocupado por tropas ibéricas.

- Dehesillas
Fue el mayor campamento de los siete levantados por Escipión. En la actualidad aún se conserva el inicio de ambos lados de la muralla que lo protegía. Era el campamento que contaba con una mejor defensa natural, situado a más de 1000 metros de altura, lo que permitía tener una gran visión de toda la zona, con la meseta en la que estaba construido rodeado por el Duero. Contaba con más de 14 hectáreas de superficie.

 - Alto Real
Este último campamento es el de más improbable construcción de todos, debido a que no se han hallado sólidas estructuras a la manera romana, aunque sí que hay claras huellas de un campamento. En caso de que hubiese sido una ocupación romana, el campamento tuvo una extensión aproximada de ocho hectáreas, y habría estado ocupado por tropas auxiliares ibéricas.


El asedio de Numancia constituirá, por tanto, uno de los episodios más importantes de la presencia y conquista romana en la Península Ibérica. Algunos autores romanos, como Apiano, destacaban el afán de libertad de estas ciudades y destacaban la resistencia numantina sobre las legiones romanas, con muchos menores medios y posibilidades que el gran ejército romano. Otro autor, Floro, destacó de Numancia que, aunque era inferior en poderío en comparación con Cartago o Corintio, esta era equiparable a ellas en fama y valor, debido a que con sus escasos medios fue capaz de resistir durante largos años al ejército enviado por Roma, un ejército muy superior en números de hombres y armamento al que disponían los numantinos. El yacimiento de Numancia sería declarada Bien de Interés Cultural el 29 de agosto del año 1882.


Saludos a todos!!