jueves, 19 de enero de 2012

Tema 3. Contrarrevolución e intervención extranjera

Dentro del régimen liberal que vivía el país desde 1820, en julio de 1822 se vivió una versión exaltada del liberalismo. En ese momento ya estaba abierta la contrarrevolución. Con ello se acabó desembocando en un proyecto antiliberal, plagado de disensiones políticas. Esa contrarrevolución es una oposición al régimen liberal, una oposición beligerante, desde el primer momento en que se inicia este régimen liberal.
 
Tanto Fernando VII como toda la Corte aceptaron el régimen constitucional, pero eso no significa que aceptaran la causa liberal ni que no acudieran a la conspiración para tratar de derrumbar el régimen instaurado. Nunca se llegó a aceptar este régimen, y se consideró, por parte de los absolutistas, que la figura del rey se encontraba secuestrada. Se buscó, por parte de la camarilla del rey, y desde el propio monarca cobertura exterior para acabar con el régimen liberal y volver a implantar el absolutismo en el país. No hay que olvidar la actuación política que tuvo Fernando VII nada más acceder al trono, de tratar de eliminar cualquier resto de liberalismo.
 
Desde inicios de 1821 se va organizando una estrategia, proveniente de Palacio, que consiste en la agitación, trata de usar cualquier resquicio de la Constitución para aumentar la tensión política. Se genera, de esta forma, un enfrentamiento constante entre el Rey las Cortes. Desde la parte del rey, se realizaron todo tipo de obstrucciones contra el reformismo que trataron de imponer las Cortes, alcanzando el punto cumbre con la devolución en dos ocasiones de la ley de abolición del régimen señorial. El rey fue el punto central sobre el que giraba toda la contrarrevolución. En esa oposición al liberalismo también se situó el clero, amparándose, especialmente, en la ley de desamortización de noviembre del año 1820.
 
La contrarrevolución abarca todo el Trienio y es una oposición, mediante la vía de la conspiración y de la insurrección para acabar con el régimen constitucional. Ese es el punto fuerte para su cohesión, aunque las manifestaciones se produjesen de muy diferentes maneras. La línea argumental más usada fue la de que Fernando VII era un rey cautivo, el cual se encontraba a merced de los liberales. Y el medio usado para hacer visible esa contrarrevolución no fue otro que el uso del rumor y la provocación, especialmente en la capital del país.
 
La contrarrevolución tuvo su expresión armada e insurreccional en las Partidas realistas, desplegadas sobre todo en el noreste del país. Estas partidas se fueron multiplicando con los meses, recogiendo formas de lucha guerrillera, como había sucedido en la Guerra de Independencia. Las partidas se ven muy nutridas, especialmente en Cataluña, con la crisis agraria que hay en 1822, a lo que hay que añadir el malestar por la presión fiscal. Las partidas van tomando posiciones en la zona norte del país y terminan tomando la plaza de Seo de Urgel, dando lugar así a la Regencia de Urgel, en agosto de ese año.
 
Dicha Regencia no pasó más que de ser un ensayo político, puesto que las partidas, encargada de defenderla, fueron vulnerables. La estrategia guerrera perdió fuerza mientras que los liberales fueron recuperando terreno y lanzaron una ofensiva contra la insurrección. La Regencia, que no tenía apoyos exteriores, se trasladó a Francia, donde quedaron aislados. De esta forma se demostró que la única manera de derribar al régimen liberal era contando con la intervención extranjera.
 
La intervención extranjera
En la Europa de los Congresos se había instaurado un nuevo orden en las relaciones internacionales, basándose en el equilibrio. Además, acordaron la creación de la Santa Alianza para impedir cualquier ruptura revolucionaria. Es por eso por lo que la ruptura del absolutismo en España se había convertido en algo muy incómodo para todo el continente.
 
Desde 1821 ya se estaba intentando, mediante la contrarrevolución, el contar con ayuda exterior para acabar con el régimen liberal. Sin duda el monarca español fue quien más trató de conseguir esa ayuda europea, mediante el uso de correspondencia privada con otros monarcas europeos, especialmente con el rey francés. Si durante un largo tiempo, a pesar de las peticiones, rechazaron el envío de esa ayuda exterior para restaurar el absolutismo fue precisamente por la forma en que este se restablecería, ya que no consideraban oportuno que este se restableciera como lo había hecho en 1814.
 
Fue finalmente en el Congreso de Verona, en noviembre de 1822 fue en el que se acordó que las potencias europeas, con excepción de Gran Bretaña, realizarían una invasión armada a España, para acabar con el constitucionalismo español. Esas tropas invasoras serían francesas, conocidas bajo el nombre de “Los Cien Mil Hijos de San Luis”, bajo el mando del Duque de Angulema, quienes iniciarían su misión el 7 de abril del año 1823.
 
Se inició la propaganda por parte del bando de los patrióticos, alegando que esta invasión de tropas era como la invasión de Napoleón, e intentaron evocar al espíritu de mayo de 1808. Pero esta vez las tropas francesas no cometieron los mismos errores, guardando especial cuidado en el abastecimiento, además de contar con la ayuda de las partidas guerrilleras. Esta incursión coincidió, además, con una crisis política interna. Las tropas francesas fueron avanzando hacia la capital, mientras que las Cortes iniciaron el mismo periplo que durante la Guerra de Independencia, yendo primero a Sevilla y posteriormente a Cádiz. El Rey se opuso a su traslado a Cádiz y fue cuando se nombró una Regencia, alegando enajenación del monarca, pero ya había muy pocas zonas que apoyasen el régimen liberal.
 
El Rey desembarcó en el Puerto de Santa María el 1 de Octubre, haciéndolo como rey absoluto, y finalizando así la experiencia liberal, aunque desde hacía ya muchos meses que se había puesto en marcha la Restauración absolutista por el país, con la excepción de esos últimos núcleos de resistencia.

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