jueves, 19 de enero de 2012

Tema 2. España en el Congreso de Viena

El periodo de tiempo que hay entre el 4 de mayo de 1814 y el 8 de marzo de 1820 se le conoce como Sexenio Absolutista, porque se restablece íntegramente el modelo del Antiguo Régimen, con todas las piezas que lo formaban, es decir, el aparato político, institucional y administrativo del Estado absoluto.
 
El 4 de mayo de 1814 se promulgó un real decreto, mediante el cual se anulaba, como si no hubiera existido jamás ni en tiempo alguno, la obra de las Cortes de Cádiz, con lo que supuso la vuelta al régimen absoluto. Por el contrario, el 8 de marzo de 1820, mediante un pronunciamiento, se recuperaba el modelo diseñado en Cádiz. En ese escaso margen de tiempo, se produjeron numerosos cambios que propiciaron la recuperación de un sistema político que fue rechazado por el monarca Fernando VII nada más llegar al país.
 
Para poder entender este cambio que se produjo en tan breve espacio de tiempo hay que entender que ambas formas eran inviables en ese momento, una porque ya se había mostrado ineficaz en el periodo anterior, y en este periodo se mostrará el quebrar del sistema monárquico absolutista, y la otra, la de la Constitución, porque en ese momento aún no se encontraba acabado, además de porque le faltaban grandes apoyos.
 
La vuelta al Antiguo Régimen no fue algo propio de España, ya que se produjo en toda Europa. Sin embargo la que tuvo lugar aquí fue la restauración y la represión más radical de todas cuantas tuvieron lugar en ese momento. Y es que en España, que había criado muchos de los principios revolucionarios, siempre a través de la obra de Cádiz o de José I, nunca por parte de Fernando VII, se abandonaron todos esos principios, incluso los que eran mínimamente reformistas. Esto se explica porque la vuelta de Fernando VII era no solo la vuelta a 1808, sino que también suponía la vuelta de todos los personajes que habían provocado la crisis anterior a la Guerra de Independencia, una crisis política e institucional de la monarquía absoluta.
 
Pero ahora además no solo había una amenaza por parte del reformismo ilustrado, sino también de la revolución, la cual había hecho temblar los cimientos políticos y sociales del Antiguo Régimen. Fue por eso por lo que la Restauración se encargó de anular cualquier posible resto que quedase del periodo gaditano.
 
El inmovilismo que se produjo a raíz de la Restauración quedó agotado en tan sólo seis años, puesto que todas las formulas usadas para detener la crisis eran las mismas usadas antes de 1808 y que ya habían mostrado su ineficacia. Este sistema provocaba inmovilismo político, institucional y jurídico, algo que sí tenía la obra de Cádiz y que no podía ser borrado de golpe y plumazo. Esto concluirá con el derrocamiento, por agotamiento, de este Antiguo Régimen, más por su debilidad que por la fortaleza del sistema liberal.
 
El hundimiento de este sistema trae consigo además el hundimiento del Estado transoceánico como parte de la monarquía borbónica. No solo supondrá la independencia de las colonias americanas, sino que supone la desintegración del Antiguo Régimen, puesto que este problema colonial formaba parte de la propia crisis del sistema absoluto.
 
Los Congresos europeos
Una vez que habían sido vencidos los ejércitos de Napoleón, Europa se reajustó territorial y políticamente. Esto se hizo a través de varios congresos; la Paz de París en m ayo de 1814, el Congreso de Viena, en noviembre de ese mismo año, y con la segunda Paz de París, tras Waterloo, en noviembre de 1815. En esos congresos se reunieron las cuatro potencias europeas, Gran Bretaña, Francia, Rusia y Prusia, y como resultado de estos, Francia restauraba las fronteras que tenía anteriormente a 1792 y se imponía una nueva teoría política, la del equilibrio y también al derecho de intervensionismo en las relaciones internacionales, siempre que surgieran focos revolucionarios que amenazasen de nuevo el absolutismo. La política de estos congresos deparó el nacimiento de la Santa Alianza en septiembre de 1815, un modelo de intervencionismo al que se sumaría España junto a estas potencias, con la excepción de Gran Bretaña. Pero España, aunque se incorporó a esa Santa Alianza, se había quedado fuera de las negociaciones en los congresos, demostrando que no tenían peso político en la nueva Europa, y que habían pasado a ser una potencia de segundo nivel.
 
En ese aspecto, la vuelta al absolutismo en España, estaba en consonancia con Europa, pero no así la radicalidad con la que lo restauró. Es por eso por lo que Europa se volvió a alarmar cuando surgió el liberalismo en 1820, y sobre todo, con la fragilidad con la que cayó el régimen absolutista recientemente instaurado.

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