lunes, 19 de diciembre de 2011

Guerra de Perusia

En ese contexto de inestabilidad política se produjo la Guerra de Perusia, la cual tuvo lugar durante el invierno del año 41 a.C. En esta guerra se enfrentaron Fulvia, mujer de Marco Antonio, y el hermano de este, Lucio Antonio, contra Octaviano. Los primeros querían que Marco Antonio gobernase en solitario Roma, sin compartir con nadie el poder, mientras que el segundo defendía sus poderes. Esta guerra es un acontecimiento muy bien esclarecido, pero que dejó a Roma cerca de una nueva guerra civil.

Fulvia y Lucio Antonio trataron de levantar a toda Italia contra Octaviano, y por ello reclutaron un pequeño ejército de ocho legiones en Italia. Octaviano rápidamente recibió el apoyo de esos veteranos que había asentado en Italia, puesto que si se llegaba a la situación de declarar ilegal la situación de este, la suya sería considerada igual. Mientras a Fulvia y a Lucio Antonio no les apoyaron directamente los lugartenientes de Marco Antonio en la Galia, puesto que prefirieron recibir directamente las órdenes de su superior.

Los sublevados llegaron a establecerse durante un muy breve periodo de tiempo en la capital, Roma, pero pronto hubieron de replegarse hasta Perusia. En ese invierno del 41 a.C. Octaviano asedió dicha ciudad durante bastante tiempo y terminó conquistándola, por rendición de esta causada por el hambre.
Esta guerra terminó con la victoria de Octaviano, pero ninguno de los contendientes murió en la misma. Fulvia murió al año siguiente encontrándose exiliada en Sición, mientras que Lucio Antonio, cónsul en ese año, fue enviado a gobernar una provincia en Hispania.

Marco Antonio volvió a Italia y desembarcó en Brindisi, con un ejército bastante importante. En esa ciudad finalmente se terminó reuniendo con Octaviano, cuando se pensaba que estallaría una nueva guerra y ambos ejércitos los obligaron a reunirse y entenderse, con la mediación de Mecenas, con lo que alcanzan un acuerdo que sellaba una paz provisional entre ellos, el Tratado de Brindisi.

Con este nuevo tratado, Octavio recibe las provincias Occidentales, mientras que Marco Antonio mantiene Oriente, y por su parte a Lépido se le relega a África y a Numidia, pero progresivamente fue siendo relegado por Octaviano. También se acuerda que Italia queda abierta a los tres triunviros para reclutar. Este tratado se firma en noviembre del año 40 a.C. y se sella con el matrimonio de Marco Antonio y de Octavia, hermana de Octaviano, debido a que este recientemente había quedado viudo. En ese acuerdo además, se le encargaba a Octaviano que se encargase de Sexto Pompeyo y a Marco Antonio que llevase a cabo la guerra contra los partos.
El poder del triunviro, aunque solo recaía sobre dos de sus miembros, se mantuvo formalmente por el momento. A Lépido se le encargaría especialmente ocuparse de los aspectos religiosos.

Octaviano, además, asumirá el cargo sacerdotal de augur en ese mismo año, que era un cargo importante en el ámbito militar especialmente, pero aún así el cargo sacerdotal de Pontifex Maximus no lo asumirá hasta que Lépido, quien lo ostentaba, fallezca (no se sabe seguro si a fines del 13 a.C. o inicios del 12 a.C.).

Sexto Pompeyo
Aunque la situación en Italia se había pacificado, todavía sigue existiendo un problema dentro del propio Imperio. Ese motivo de conflicto es un defensor de la causa republicana, Sexto Pompeyo, hijo de Pompeyo el Grande. Sexto Pompeyo representaba un grave problema para los triunviros, puesto que a parte de defender la causa republicana, domina prácticamente la flota romana, dominando con ello las aguas de todo el Mediterráneo Occidental. Ese dominio de la flota podía llegar a ser muy preocupante a Roma, puesto que podía bloquear todo el abastecimiento de la ciudad, con lo que podría provocar revueltas en la capital.

Sabiéndose aún inferior a Sexto Pompeyo en un posible enfrentamiento, Octaviano y Marco Antonio, en común acuerdo, consiguen llegar a un acuerdo con él en el año 39. Es el Tratado de Miseno, y en él se le conceden poderes a Sexto, dándole incluso un consulado. Se le conceden los territorios de Sicilia, Cerdeña, Córcega y Acaya. Todo ello a cambio de renunciar a usar la flota que pueda agredir al Imperio, acabar con sus prácticas piráticas y abastecer a Roma de grano. Se le permite con ese tratado incluso que algunos de los seguidores de su padre puedan regresar a Roma.
Este acuerdo entre ambas partes se produce en gran parte por el interés de Marco Antonio por alcanzar la paz, puesto que desea iniciar una invasión del imperio parto, y podría así contar con las tropas que ejercían la resistencia frente a Sexto Pompeyo en Sicilia. En virtud también de este pacto, Octaviano contraerá matrimonio con Livia Drusilla, que era hija de senadores, lo que a Octaviano le reporta importantes relaciones con otras familias romanas.

Pero esta paz momentánea duró muy poco tiempo. En el año 37 a.C. Octaviano decide poner fin al problema de Sexto Pompeyo, y lo intenta hacer haciendo uso de sus propios medios. Sufre un importante revés en la lucha Octaviano, en Messina. Octaviano, muy a su pesar, pide ayuda a Marco Antonio para acabar con el problema. Decide hacer esa petición en base al Tratado de Brindisi y porque Marco Antonio si contaba con medios para derrotarle, mientras que él no había podido hacerlo. El acuerdo se cierra con la cesión de hombres para Marco Antonio en su campaña cuando los necesite, y con la cesión en ese momento de 120 barcos para esta batalla.
Nuevamente vuelven a enfrentarse Sexto Pompeyo y Octaviano, en el mes de agosto del año 36 a.C. y de nuevo vuelve a ser derrotado Octaviano, en Milazzo. Tan sólo un mes después tiene lugar la batalla de Nauloco, lugar en donde el comandante Marco Agripa consigue a Sexto Pompeyo, aunque no le mata. Consigue huir a Oriente, sin apoyos, y finalmente es capturado en Mileto un año después, por un hombre de Marco Antonio, Titio, y es ejecutado sin un juicio al que tenía derecho por ser ciudadano romano. Su muerte por lo tanto es un acto ilegal y que será usado por la propaganda de Octaviano en contra de Marco Antonio cuando se dé su lucha política.

Octaviano se plantea que hacer con los esclavos de Sexto Pompeyo, que eran unos 30.000. En gran parte, estos son devueltos a sus dueños, para que los castigasen, lo que sirve para lavar su imagen. Y los que no fueron devueltos, unos 6000, fueron crucificados, lo que sirvió de advertencia para futuras ocasiones.

Aprovechando la tesitura, Octaviano destierra a Lépido, tras una serie de medidas políticas poco acertadas. Por lo tanto, a partir de este momento ya no queda nadie más en la lucha por el poder. Todos los enemigos de Roma han muerto, y Lépido, quien no ha muerto y ocupaba uno de los puestos del triunvirato, ha sido desterrado.
Octaviano regresa victorioso a Roma. Puesto que en Roma no se puede celebrar un triunfo en el contexto de una guerra civil, sólo sobre extranjeros, el Senado decide decretar unos honores que puedan aproximarse a los del triunfo. De esta forma le conceden el honor de la ovatio . También se le conceden estatuas, la corona de laurel, un arco, un banquete en el templo de Júpiter… También a Agripa se le conceden honores, como es la concesión de una corona de laurel con espolones de las embarcaciones
En el año 36 a.C., Octaviano acumula aún mayor poder. Obtiene la Potestas del Tribuno de la Plebe, mediante la cual podía convocar al Senado y a las Asambleas Populares. Al tiempo también asumía la Sacrosanctitas, que era la inviolabilidad del Tribuno de la Plebe, la cual también extendió a su mujer y a su hermana.

Guerra contra los Partos
Marco Antonio llevaba ya bastante tiempo queriendo realizar una campaña contra los enemigos partos, quines estaban reuniendo mucho poder, puesto que se estaban acercando peligrosamente a las fronteras romanas, ocupando incluso Jerusalén. Pero por circunstancias, todavía no había podido acometer dicha campaña. Marchó a Egipto tras quedar en solitario con el poder con Octaviano, para acometer sus tareas en Oriente, y allí hizo llamar a Cleopatra , quien era reina de Egipto y había sido amante suya años atrás.

Para acometer la guerra contra los partos, Marco Antonio no pretende llevar a cabo su ataque directamente por Mesopotamia, sino que pretende lanzarlo desde Armenia y siguiendo por el Éufrates, para así poder contar con la ayuda que podría prestarle el rey Artavasdes de Armenia. Contaba para esta guerra con una gran cantidad de hombres, y su intención, aparte de derrotar al enemigo, era recuperar las insignias perdidas por Craso.

Marco Antonio cometió varios errores importantes. No dejó guarniciones en territorio armenio, lo que hizo que Artavasdes cambiase de bando en medio de la batalla. También abandonó maquinaria de asalto, para aligerar así el paso de sus hombres al avanzar. Además los jinetes partos le cortaron la línea de suministros. Ante todos esos inconvenientes, Marco Antonio decide regresar a Siria, a través de Armenia, en pleno invierno. En dicha retirada, más la batalla, Marco Antonio sufrió unas 30.000 bajas, lo que suponía aproximadamente la cuarta parte de sus hombres, muchos de ellos, veteranos.

Regresa, por lo tanto, con una derrota humillante. Pierde así su prestigio como militar. Debido a la derrota, Marco Antonio, basándose en el Tratado de Brindisi, pide a Octaviano que le enviase los hombres que le prometió. Ante esta situación que se le está dando, Octaviano aprovechó para poner a su rival político en una situación muy comprometida: le devuelve la mitad de la flota que le había prestado contra Sexto Pompeyo, flota que era inútil en la campaña contra los partos, y le envía tan sólo 2.000 hombres de los 20.000 que le había prometido en ese Tratado, además de decidir enviar a Egipto a su hermana Octavia, esposa de Marco Antonio. La situación a la que entonces somete Octaviano a Marco Antonio es compleja, puesto que si acogía a Octavia, dejaría de contar con el apoyo económico de Cleopatra, con quien tenía hijos y era su amante.

Según entendió Marco Antonio, la intención de Octaviano era la de crear un nuevo conflicto civil, por lo que no devolvió los escasos hombres que le habían enviado, pero la decisión que adoptó con respecto a su mujer fue salomónica, optó por devolverla a Roma. Esta decisión fue muy aprovechada por Octaviano, quien usó esto como propaganda en contra de Marco Antonio, acusándole de rechazar a su mujer legítima, una mujer que era romana, a favor de una simple amante, quien para más inri, era oriental. Esta decisión adoptada por Marco Antonio de repudiar a su mujer, le dejó sin seguidores en Roma.

De todas las acusaciones que pudo lanzar Octaviano contra Marco Antonio, quizás esta última sobre su comportamiento con una mujer romana a favor de una mujer que era oriental, era probablemente la más grave de todas, puesto que estaba alejándose de las costumbres romanas y se dejaba caer de esta forma en las costumbres orientales, algo muy grave para el pueblo romano.

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